Violencia

Matangi|Maya|M.I.A. y la importancia de ser múltiple

Por Claudia Lizardo

4 May 2020

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Lo recuerdo como si fuese ayer: de las bocinas de una fiesta en un local minúsculo y lleno de humo me sorprendió escuchar los disparos de una pistola. A mi mente le tomó unos segundos entender que no estábamos en peligro y que los tiros iban al ritmo de un beat de hiphop y un coro de chicas cantando.

El tema que sonaba era “Paper planes” de M.I.A. y se convertiría en la banda sonora de mis días de universidad, de marchas estudiantiles, pero también de fiestas y besos. Tenía 21 años cuando la descubrí, la misma edad que tenía ella cuando decidió volver a su país natal, Sri Lanka, a descubrirse a sí misma. Lo que me lleva a pensar: ¿Qué preguntas tenía yo a esa edad? ¿Cómo defendía las cosas en las que creía creer? Hay interrogantes que nos siguen y se transforman con los años. A veces se convierten en himnos, banderas y consignas y luego mutan en susurros reflexivos y en discursos que tratan de aterrizar.

Matangi/Maya/M.I.A. es un recorrido por las preguntas y los anhelos de esta rapera de origen tamil que llegó como refugiada a Reino Unido cuando tenía once años. Y en ese camino, lleno de matices y vaivenes, yace la riqueza de este documental de narrativa inquieta, curiosa, cargada de estímulos, como sus canciones.

Una de las primeras preguntas que surgen tiene que ver con la identidad. ¿Quién soy, qué heredé? Es con esta cuestión en mente y con sus 21 años que vuelve a Sri Lanka para reconectar con sus orígenes. Se gesta entonces el disco que lleva el nombre de un activista de la resistencia Tamil, tildado de terrorista y también padre de M.I.A.: Arular.

La segunda cuestión la plantea ella misma con honestidad:

Arular trataba de haber salido de allá para acá. Kala fue más bien el álbum para mandar dinero a casa […] un reproductor DVD, una tele a color, un microondas”.

Desde la perspectiva artística y musical, Kala, disco que lleva el nombre de su madre, fue mucho más que esto; pero desde un punto de vista personal, su reflexión habla sobre la dimensión compleja de las necesidades de su comunidad.

Un año después del lanzamiento de Kala, M.I.A. se convirtió en madre y las interrogantes continuaban mutando y contrastándose con la fama hacia la que fue catapultada. “Mientras más éxito tengo, más se recrudece la guerra en Sri Lanka” planteó en una entrevista. Vinieron dos discos más y un escándalo típico de Hollywood por un gesto que hizo durante el Super Bowl en 2012. ¿Bajo qué cánones nos medimos como artistas? ¿Qué es ser una bad girl?, podrían haber sido las preguntas del momento.

La jugada magistral del filme la entiendo ahora, ante el teclado y ante la necesidad de llamar a esta persona por su nombre. ¿Cómo la nombramos? ¿Matangi Arulpragasam, su nombre de nacimiento? ¿Maya, apodo que adopta una vez que llega a Londres? ¿M.I.A., artista renombrada y contestataria?

Este apuro por definir a una persona, y especialmente a una figura pública, se pone en pausa con este documental (siempre y cuando nos permitamos como espectadores escapar de esa compulsión). Artista, rapera, madre, refugiada, mujer, inmigrante; las interrogantes que se hace y las acciones que ejecuta ratifican una idea que me atrevo a llamar controladora: no somos una sola cosa.

No soy solo la persona que escribe esta nota en la comodidad de mi cuarentena, también soy una migrante y músico en la Ciudad de México y no dejo de ser la chica que escuchó “Paper planes” en la bocina de un bar en Caracas, Venezuela, preguntándome “¿Quién canta esta canción y en qué nos parecemos?”

 

Claudia Lizardo es egresada de la licenciatura en Estudios Liberales de la Universidad Metropolitana en Caracas, Venezuela. Se ha dedicado a la comunicación de manera natural. Ha ejercido como redactora creativa en radio, televisión y plataformas digitales para distintos medios, es cofundadora del emprendimiento de innovación periodística El Bus TV y compositora en La Pequeña Revancha. Actualmente se dedica al desarrollo de estrategias de contenido de redes sociales para medios, ONG’s y proyectos narrativos, entre ellos Ambulante.

 

 

 

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