En la Sierra Tarahumara de Chihuahua, a la periferia de la masa urbana, se ubica la comunidad rarámuri El Manzano; Cruz y su familia pertenecen a ella. Las primeras imágenes del documental sobre ellos son contundentes: observamos un modo y estilo de vida completamente ajeno a nuestra realidad citadina, prácticas que se han perdido y una convivencia entre el ser humano, la naturaleza y el entorno, en la cual pareciera que estos elementos se fusionan y fungen como uno mismo. Afirmar que ahí radica parte de su vitalidad es arbitrario; pero lo que es claro es que en ese espacio marginado por la sociedad y el Estado se encuentran las raíces e identidades de cada rarámuri de la región.
La diversidad cultural que presenta la comunidad indígena no resulta un impedimento para ejercer violencia y cometer abusos por la autoridad o cualquier grupo del crimen organizado. En este sentido, la directora Teresa Camou Guerrero muestra de qué manera repercute la invasión y el reclutamiento por parte del narcotráfico a esta comunidad. Ya no somos testigos únicamente de actos tan inclementes como lo es el despojo, sino de las consecuencias que trae consigo para todo aquel exiliado que anhela y exige al poder político la recuperación de sus tierras. Mientras eso se logra, no solo se trata de un proceso de adaptación a lo moderno lleno de contrastes, sino del innegable olvido de costumbres, tradiciones, cultura y dialecto. He aquí una reflexión, ¿qué queda de uno mismo si nos es arrebatado todo aquello que nos define?
Afirmar que ahí radica parte de su vitalidad es arbitrario; pero lo que es claro es que en ese espacio marginado por la sociedad y el Estado se encuentran las raíces e identidades de cada rarámuri de la región.
Cruz no alude específicamente al padre de familia ni al gobernador desde los 16 años por elección de su comunidad. Cruz representa a toda la colectividad que busca justicia y el retorno a la vida que les fue privada. Contrario a lo que pudiera pensarse, el desalojo de sus tierras, la muerte injustificada, las amenazas y el miedo por represalias no son suficiente para apaciguar el sentimiento de lucha, el deseo por la preservación cultural y el aferrarse a un escenario donde pondere la justicia y se anule toda violación de derechos por parte de las autoridades y la relación entre el crimen y el Estado.
En este documental se explicita la vulnerabilidad de una comunidad indígena; sin embargo, el coraje se transforma en fortaleza y el desplazamiento en resistencia. Es cierto que las costumbres, actividades y estilo de vida que llevan las comunidades autóctonas no se ajustan al sistema político actual; pero más allá de asimilarlo así, parece pertinente replantear las diferencias. A pesar de la desafortunada colusión entre el Gobierno y el crimen organizado, su nula acción y participación para ejercer justicia, la desigualdad cultural no es sinónimo de reposo. Tan es así, que somos espectadores de una historia de vigor y entereza con tal de recuperar las tierras y lo que estas traen consigo. No se trata de predisponernos ante las formas de organización que desconocemos, sino de mirarles con todas sus habilidades y capacidades que los mantienen latentes hasta hoy.