Ópticas de ilusión
Las ilusiones ópticas despojan al ojo de su soberanía en la jerarquía de los sentidos: el órgano predilecto del intelecto y la claridad, que filtra el mundo desde una cómoda distancia, se somete al frenesí del movimiento y recobra su sentido táctil. Navega en universos censurados, microscópicos y atómicos. La imagen respira. Se despliega en el espacio líquido del sueño, del ocio, y del deseo. La autopsia del cine descubre fenómenos de contagio: un nistagmo extraño infecta las caras inánimes de recortes de revista; en el entramado maldito de J.G. Ballard y Charles Laughton, un cristal viral que todo paraliza revela el siniestro encanto de cadáveres suspendidos bajo el agua y en el tiempo. Janet Gaynor y Mary Pickford finalmente comparten escenario, pero una fauna parasítica amenaza con robarles cámara. Aquí, la pantalla se torna en artilugio hipnótico, amplía el espacio de la mente y se hace de ilusiones.
Los documentales que lo integran son:
El ojo inquieto de materia inánime: un festín para los paranoicos.
Destello hipnótico a través de cuarenta fenaquitoscopios hechos de cartón reciclado.
La tercera parte de una trilogía que explora el terreno interior de mujeres. Aquí, Janet Gaynor y Mary Pickford navegan un mundo entomológico y surreal.
Un cristal viral congela todo ser viviente en un tiempo ajeno, inspirado en J.G. Ballard y La noche del cazador.
Universos paralelos se cuelan en el espacio líquido del ocio
Movimiento a partir de la cadencia de imagen fija y la respiración.
Inspirado en El hombre de arena de E.T.A. Hoffmann: el ojo, arrancado del cuerpo, revela fantasías y deseos ocultos.
La cámara, instalada en la lente de un microscopio, descubre paisajes en los entramados de serecitos muertos y edificios moleculares.
Infinitésimas fibras de energía dan pie esculturas intangibles de polvo dorado. El sueño del alquimista. Inspirado en De rerum natura de Lucrecio.