Con Retiro, la directora Daniela Alatorre reafirma la fuerza de las mujeres dentro de una sociedad patriarcal que sostiene que la inequidad de género es lo normal. Al mostrar a tres generaciones de mujeres que participan en un retiro católico de una semana para mujeres, Alatorre comenta tanto sobre las reacciones de diferentes mujeres que se enfrentan a la opresión cultural, como sobre el poder continuo de la solidaridad femenina.
El retiro sirve como una clase de peregrinaje para las mujeres en cuestión. Es una oportunidad de adentrarse en un espacio muy alejado de sus hogares dominados por los hombres. Salen a la luz preguntas difíciles y duras realidades de manera casi inmediata, conforme las mujeres empiezan a reconocer el papel de subordinación en el que fueron encasilladas tanto por sus esposos como por la sociedad en general. Cuando se casaron, por ejemplo, ¿consintieron a tener sexo cuando les plazca a sus esposos, aunque estuvieran cansadas, menstruando o desinteresadas de una u otra manera? ¿Los hombres y las mujeres obtienen el mismo respeto incluso en sus hogares? ¿Podemos considerar a las mujeres como iguales?
Muchos espectadores se sorprenderían al ver cómo se responden estas preguntas. Quien guía el retiro dice que las mujeres y los hombres en realidad no son iguales porque la vocación de la maternidad las hace más “humanas” que los hombres (quienes son más “terrenales”). Aquí nos damos cuenta de que el sermón lo está dando un hombre. No promueve que las mujeres se liberen de la opresión del patriarcado y que les impongan su autonomía a los hombres en sus vidas. No, en lugar de eso, él insta a las mujeres a que acepten y aprecien su papel como madres y como esposas, puesto que fueron bendecidas por Dios con el sagrado obsequio de la concepción. Muchas de esas mujeres se toman a bien esas afirmaciones al crear la dicotomía “distinta pero igual”, que presenta a las mujeres como aquellas que tienen un papel específico que cumplir, diferente al de los hombres pero igualmente importante.
Es aquí que el dilema central de Retiro se vuelve más obvio, específicamente el hecho de que una nueva generación pueda tener ideas diferentes acerca del “rol de las mujeres”, una que quizás considere a las mujeres como más que un componente funcional de una familia. La joven nieta de la película funciona como la representante de esta idea. Ella desea la independencia. Al ser una amante de los tazos y de andar a caballo, se considera como uno de los chicos y claramente no tiene interés por la fragilidad femenina. El sermón en el retiro pone en claro que no se espera que las mujeres reciban mucha educación después de la escuela secundaria. Ella empieza la preparatoria muy emocionada y con vigor y rápidamente se vuelve la alumna a la que todo el mundo le quiere copiar, al parecer, porque le va muy bien.
A través de ella, Alatorre cuestiona por qué las mujeres deberían aceptar una función social inferior. La abuela le dice a su nieta que no le gusta verla salir y que una mujer tiene que quedarse en casa lo más que se pueda. Pero la nieta no está de acuerdo y señala que podría “tener otras ideas acerca de la vida, sobre cómo debe ser la vida”. Gran parte de su niñez, y la de su madre y su abuela, ha estado llena de personas que justifican la inequidad y que afirman que los hombres deberían dominar a las mujeres. La madre de la niña recuerda con cariño cómo su esposo la amenazó con una escopeta advirtiéndole que preferiría matarla a que ella estuviera con alguien más. El temor de la niña es claro cuando mira a su madre describir con amor cómo su padre la secuestró y la encerró, impactada al ver que su madre ve esto como un acto de amor. Una nueva generación puede desear más.
No está claro si el retiro y los de su índole inspirarían tales deseos en las mujeres que atienden. Aunque los aspectos retrógradas de los sermones son claros, el retiro sin duda fortaleció a las mujeres presentes:
Aquí no tengo marido, no tengo hijos, ni hermanos, ni hermanas. Todo es sobre mí, sobre amarme a mí misma. Aquí, me amo a mí misma”.
Cuando las mujeres se reúnen y son capaces de resonar con las dificultades de todas, comienzan a preguntarse por qué ellas mismas se hicieron de lado. Se cuestionan por qué se hicieron sentir inútiles por tanto tiempo. Este es el poder de la solidaridad femenina que resalta Alatorre: sin importar el contexto, las mujeres, al unirse, son una fuerza poderosa e inigualable. Y este es el sentimiento que toda mujer, en especial las madres y las esposas, se merece. ¿Estos sentimientos deberían surgir únicamente al aceptar un rol de subordinación en la sociedad en general? Como dirían las futuras generaciones: no, el patriarcado no es la voluntad de Dios.