Durante años, el ser parte de la comunidad LGBT+ ha sido señalado como algo negativo y hasta vergonzoso. Aún hoy en día puede ser causa suficiente para ser agredido verbal o físicamente. Si convertimos estas ideas a números, encontramos cifras como las que arroja un reporte de 2017 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos: el 80% de las mujeres transexuales en Latinoamérica mueren antes de los 35 años, y no existen mecanismos que reduzcan la violencia cometida contra este grupo. Y de ahí podría seguir con el resto de los grupos englobados en este acrónimo.
Pero también es cierto que la comunidad LGBT+ es cada vez más visible en los medios de comunicación mainstream: ahora vemos a hombres gay y mujeres lesbianas ganar premios otorgados por las academias de cine del mundo, y a cintas que tienen personajes transexuales como protagonistas al frente de esos mismos reconocimientos. Lo cierto es que estos espacios, esta aparentemente nueva visibilidad, no llegó espontáneamente. Es el resultado directo de años de lucha de distintos miembros de la comunidad en el mundo, a través de los años, mucho antes de que Stonewall y los sesenta perturbaran el tan perseguido orden social.
Esta visibilidad se logró, en parte, gracias a la posibilidad de contar historias, y de compartir las luchas que muchas y muchos emprendieron desde sus respectivos rincones en el mundo. Documentales como Marica travesti (2018), Cassandro, el Exótico (2018), Obscuro barroco (2018) y Un amor en rebeldía (2018) son prueba de ello. Cada uno de sus protagonistas y cada una de sus historias son testimonio de una lucha que abrió camino para todos y todas aquellas que venimos después de ellos y ellas, para toda una comunidad.
Podríamos catalogar a los personajes de estos documentales como controversiales, difíciles de entender, arriesgados o cualquier adjetivo que se quiera usar para describirlos, pero al menos se aleja de cómo fueron representados en la pantalla los personajes LGBT+, particularmente en la ficción. En The Celluloid Closet —documental de Rob Epstein y Jeffrey Friedman estrenado en 1995, y basado precisamente en el libro del mismo nombre de Vito Russo, que se editó en 1981— se señalaba que no habrá verdadero progreso hasta que los personajes gays y lésbicos sean aceptados como son y no como figuras que no presentan ninguna amenaza a la experiencia de vida heterosexual, algo así como que sólo aquellos que son “buenos homosexuales” y no incomodan al statu quo serán bienvenidos. De ahí que durante muchos años, tanto en dramas como en comedias, encontráramos frecuentemente al amigo afeminado de cuya identidad sexual no se hablaba o que era objeto de burlas; de las mujeres había pocas pistas.
Afortunadamente, voces como la de Cassandro, protagonista de Cassandro, el Exótico; Linn da Quebrada, protagonista de Marica travesti; Luana Muniz, protagonista de Obscuro barraco, y Yan María Castro, de Un amor en rebeldía, tienen presencia en documentales que han viajado por el mundo, y han recorrido México a través de Ambulante.
A cada uno de estos personajes los une frontalmente la lucha que han vivido y todavía practican: Yan María, desde las calles de México, representa el inicio del movimiento de mujeres lesbianas, cuya consecuencia era que algunas de ellas fueran echadas de su casa por declarar abiertamente su identidad sexual; a Cassandro, se le presenta en el ring de pelea como el primer luchador gay acompañado de movimientos llamativos y únicos; Linn da Quebrada, diva da sarjeta, o seu corpo é uma ocupação, hace música que no busca complacer a nadie, y Luana Muniz, una activista brasileña como Linn, nos conduce en Obscuro barroco por las calles de São Paulo, rodeada del ruido y luminosidad del carnaval de la ciudad. Sus historias cuestionan de forma directa las concepciones que tenemos en torno a la representación de la comunidad LGBT+ en el cine. Además, los une la idiosincrasia que se muestra en sus respectivos documentales: la del carnaval podría trasladarse a la que se vive en un ring de lucha con hombres disfrazados usando máscaras, escondiendo quiénes son en realidad mientras las multitudes gritan llenas de emoción. Esos mismos componentes los vemos en el escenario de las presentaciones de Linn cuando su música llena de energía a los y las asistentes (aunque algunos de los asistentes no estén seguros de qué historias está contando la canción). Hay un juego visible con el género.
Es evidente que las posibilidades y formas de narrar en el cine han crecido en los últimos años, y ahora podemos acceder más fácilmente a historias como las de los protagonistas de estos cuatro documentales. Pero también es cierto que la lucha en que ellos han avanzado continúa, mientras cifras como las que puse al inicio de este texto sean una realidad, también será la urgencia de contar historias y visibilizar conflictos mediante más productos cinematográficos como los que conforman La ruta LGBT+ de Ambulante.
Lourdes Gil es organizadora de Cinema Queer México desde 2018. Ha sido parte de festivales como Ambulante y ha colaborado con distintos medios, en donde escribe sobre cultura pop LGBT+, futbol femenil y reflexiones sobre la escena queer. Ha presentado Cinema Queer México en espacios como Suecia y Estados Unidos. En su tiempo libre forma parte de proyectos relacionados con migración, estrategias de marca para el universo digital y vinculación entre instituciones.
Este texto es una de las seis reflexiones que se escribieron sobre las rutas de la programación diseñadas para Ambulante en su 14ª edición, las cuales fungen como una propuesta de los programadores para navegar la selección del festival. Cada una esboza algunas coincidencias entre filmes y las inquietantes preguntas que lanza el cine a los espectadores.