El cuerpo de un pescador se mueve en silencio sobre la incertidumbre plateada del mar; se inclina con firmeza para recoger cangrejos, pulpos y ostras con la naturalidad de una rutina solitaria. Mientras, a la distancia, quizá con una lata de cerveza en la mano, se encuentra esperando su regreso otro pescador que recuerda historias, algunas de ellas rodeadas por fantasmas que nunca desaparecen, sobre emociones que se expanden sobre sí mismas a la par que la arena. Y es que se encuentran otra vez para hablar de los pulpos que han capturado y del color de sus manos. Chilo y Omar terminan su día cuando se miran en un espacio limitado por la intimidad de sus voces, rodeadas por el viento salado de la noche.
Una corriente salvaje es una película que abre la brecha de la intimidad masculina en un terreno desolado, que deambula sobre la ficción de un paisaje natural sobre la costa del país, mismo que permite contemplar a través de la paciencia de sus únicos pobladores una dinámica lejos del dramatsmo, que sólo se entregan al intercambio de vínculos personales que les recuerdan el mundo que han abandonado, ahogados por la profundidad horizontal del cielo, de manera que las pocas visiones de visitantes o de pobladores vecinos parecen ilusiones de la narrativa personal de los protagonistas, entregados al tiempo inespecífico de sus días.
Chilo y Omar viven permitiendo que su relación se retroalimente por recuerdos que oscilan entre lo jocoso de una melodía hasta la melancolía por la pérdida de lo que se extingue en el fuego. Ellos se han condenado a revivir sus miedos en aislamiento, donde finalizan con las relaciones que desacreditan su valor como seres sensibles. Ahí han decidido compartir sus vidas llevando roles de intimidad fundamentados en lo masculino y lo femenino, con el fin de vivir en ilusoria plenitud. El tacto se reserva para un momento en que uno arma de valor al otro para tocar un enjambre de abejas, con cierta timidez y con cierto temor, donde se vislumbra por completo la confianza mutua e incondicional que ambos han experimentado durante todo el tiempo que han convivido, para que posteriormente se muestre la tristeza que sienten cuando se pierden. Una corriente salvaje mantiene el ritmo de la soledad de una canción que a la distancia puede sonar como pieza romántica de salsa, pero que sólo adquiere otro significado cuando se escucha justo después de pescar.
José Iván Neyra Nava (Ciudad de México, 1996). Estudió Psicología en la Universidad de Negocios ISEC. Fue voluntario de Ambulante en su 14ª edición, donde apoyó en la supervisión de proyecciones en distintas sedes y en el trato con invitados.