Por Dani Perez

17 Apr 2019

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Reseña de Cuando cierro los ojos (Michelle Ibaven, Sergio Blanco)

Es difícil apreciar plenamente el inmensurable valor del lenguaje hasta que nos encontramos con su pérdida. El lenguaje le permite a una persona conversar con otros y entenderlos, pero al hacerlo, le otorga al individuo algo mucho más significativo: la dignidad. En un instante, una persona se convierte a una versión más pequeña y frágil de sí misma cuando se le priva de su capacidad para ejercer el lenguaje con confianza. El lenguaje es una cuestión de competencia, de defensa, de pertenencia; es poder. El lenguaje no necesita ser complejo para ser poderoso; una frase simple puede liberar a una persona o, incluso a un pueblo. Con la misma facilidad, unas pocas palabras pueden robar a alguien su libertad para siempre.

El evocativo documental Cuando cierro los ojos comparte las historias de dos personas indígenas cuyas vidas han sido truncadas por un sistema judicial que opera principalmente en español. Criados en dos comunidades indígenas de México, Adela García y Marcelino Mejía están acusados de asesinato sin poder defenderse, ya que no hablan español, el idioma de los policías que los arrestaron, los judiciales que los juzgaron y los prisioneros con quienes viven ahora.

Adela y Marcelino explican la complicada serie de eventos que erróneamente los llevó a la cárcel y confiesan la nostalgia por sus familias. Rodeados de personas que no hablan su idioma, ambos se encuentran en una posición aislante que erosiona lentamente su esperanza y bienestar. “No me encuentro bien aquí en la cárcel”, reflexiona Adela.

Quisiera contarle a las demás cómo me siento, ¿pero cómo decirles si no puedo hablar?”

Las historias de Adela y Marcelino revelan las múltiples capas de marginación que ellos han enfrentado: no sólo se invalida su lengua materna, además su bajo estatus socioeconómico hace imposible la fianza e impide que sus seres queridos los visiten en la cárcel.

Adicionalmente, las personas que crecen en comunidades indígenas a menudo experimentan una falta de educación formal, lo que impide que aprendan a leer o escribir. El mensaje de este documental se extiende mucho más allá de las experiencias individuales de Adela y Marcelino, exponiendo un sistema de justicia penal violento e injusto, así como la inequidad que los pueblos indígenas tienen que soportar en medio de un gobierno que los excluye continuamente. Marcelino, después de compartir que se había declarado culpable falsamente para impedir que un par de oficiales lo golpearan, hace una declaración que refleja su fuerza en medio de la depravación absoluta: “Espero hablar bien español algún día. Voy a poder hablar por mí. Voy a poder defenderme”. Cuando cierro los ojos amplifica dos voces que por mucho tiempo no han sido escuchadas. Con su lente empático y su minuciosa atención a los detalles, esta película captura la belleza y la fortaleza de las comunidades indígenas al tiempo que le pone una cara, un nombre y una voz a las luchas que han tenido que enfrentar.

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